No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo. O. Wilde


martes, 25 de septiembre de 2012

Siria, el apocalipsis de la civilización.

El otoño ha llegado y, con él, noticias como la vuelta al colegio de las infantas, las protestas por la independencia de Cataluña... ¿Es mi impresión, o Siria ha pasado a un segundo plano (al menos por unos días)?
 
Pues con la nostalgia de las primeras lluvias me pregunto cómo y hasta qué punto puede destruirse un pueblo. Todo comenzó con una rebelión que buscaba un país mejor y fue contestada con una oposición que quería mantener el país tal y como estaba. Siria se agrietaba en dos bandos que se han convertido en un montón de hombres sumergidos en un baño de sangre, tan profundo y espeso que no les deja ver con claridad el que era el fin de su lucha.
Y mientras tanto, los hombres cavan tumbas sin descanso y las viudas y niños lloran sus pérdidas.
Improvisado cementerio sirio./ AP
 
El caso es que vamos camino de dos años de matanzas. Ante esta circunstancia Ban Ki-moon (secretario General de la ONU) afirma que "es deber de nuestra generación detener los crímenes en Siria" y llama a los líderes mundiales a actuar. Apoya esta petición argumentando que, además de los  problemas internos, el conflicto de Siria tiene "ramificaciones mundiales" pues conlleva una amenaza internacional. Amenaza que Obama se lleva al terreno de las armas nucleares y basa su discurso en evitar que éstas lleguen a sus manos.
Ban Ki-moon reiteró la denuncia por las continuas violaciones de los Derechos Humanos que se están cometiendo por parte de ambos bandos y pide que se frene el suministro de armas. Unas armas que según un informe del Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH) han provocado 29.000 víctimas hasta el 19 de septiembre de este año.
 
Una vez ha hablado Occidente, prestemos atención a Oriente pues Al Asad está muy de acuerdo en frenar el conflicto y admite tener "la puerta abierta al diálogo político". Pero este apunte tan civilizado y popular se viene abajo cuando, a pesar de admitir que ambos bandos están cometiendo crímenes, centra su amenaza militar hacia los que se oponen con las armas al Estado Sirio.
Es decir, nos encontramos con la "pescadilla que se muerde la cola": el pueblo pide democracia, pero Al Asad les da una dictadura, el pueblo se rebela y los partidarios de esa Siria "tradicional" responden con violencia, entonces el pueblo pide el fin de la violencia y Al Asad les amenaza con la respuesta del ejército para desarmarles. Violencia respondida con violencia. Ese es el resumen de la historia de terror y muerte de Siria.
Protestas contra el líder sirio. / El Mundo
 
Siria ya no es un país, es un infierno tomado por los jinetes del apocalipsis, es la ciudad del miedo, un miedo que se abre camino entre los escombros para resurgir con más fuerza contaminando el corazón de los civiles y alimentando el alma de los que luchan por sus respectivas Sirias. Un miedo que les ha llevado a la autodestrucción.